En los años 60, el psicólogo Robert Rosenthal llevó a cabo un famoso experimento sobre el conocido efecto Pigmalion. Antes de un curso académico, midieron el cociente intelectual de 320 alumnos, y comprobaron que no había diferencias significativas entre ellos. Sin embargo, falsearon los resultados de 62 de ellos y elaboraron informes que señalaban que este pequeño grupo era brillante, con una inteligencia muy por encima de la media. Estos informes falsos se comunicaron a los profesores al comenzar las clases, y al finalizar el año académico comprobaron los resultados del grupo de alumnos, y volvieron a medir su cociente intelectual.
La sorpresa se la llevaron una vez que finalizó el curso. Los alumnos supuestamente brillantes habían obtenido mejores resultados, y habían avanzado intelectualmente más que el resto de compañeros. Los resultados muestran por tanto que las expectativas previas que se indujeron en los profesores condicionaron de forma significativa los resultados del grupo, quizás porque como consecuencia de tales juicios, ofrecían un trato diferencial a sus estudiantes.
La percepción que el profesor tenía sobre las capacidades del alumno condicionó de forma decisiva su rendimiento.
Si el efecto Pigmalion es tan notorio en relación al juicio que las personas emiten sobre otras, es obvio concluir que la percepción que una persona tiene sobre sus propias capacidades repercute directamente sobre su rendimiento. Ahí es donde radica la importancia de la autoconfianza, y no solamente en relación al mantenimiento de un buen ajuste y bienestar personal.
En sus comienzos, Conrad Hillton tenía más confianza que recursos. Este empresario hotelero no tenía en cuenta los obstáculos, y no se venía abajo con las dificultades. Su sueño siempre fue construir un gran hotel, pero después de reunir una importante suma de dinero, los arquitectos le presentaron un presupuesto que estaba muy por encima de sus posibilidades. Sin embargo, Hillton les empujó a empezar el proyecto, y comenzó a construir sin tener el dinero necesario para terminar la obra, y sin la más mínima idea acerca de dónde provendría el capital necesario. Actuaba con confianza, y por este motivo, otras personas se convencieron de que podría hacerlo y acabaron invirtiendo su dinero en las ideas de HIllton.
John D. Rockefeller dirigía sus operaciones basándose fundamentalmente en la autoconfianza. Cuando le reclamaban las deudas que inicialmente tenía, Rockefeller solía ofrecer la posibilidad de saldar la cuenta con acciones de su empresa en ciernes. Parecía tan confiado, tan tranquilo, tan seguro de sí mismo, que casi todo el mundo aceptaba las acciones de su compañía. Y nadie llegó a arrepentirse de ello.
Helen Keller quedó ciega, sorda y muda como consecuencia de una enfermedad, antes de los dos años de edad. Pero estaba decidida a superar su situación y consagrar su vida a ayudar a los demás. Así llegó a ser una de las mujeres más inspiradoras de todos los tiempos. Aprendió a leer y a escribir, y llegó a ser una autora brillante. En 1904 se graduó cum laude, y viajó dando conferencias. Helen Keller utilizó su determinación y autoconfianza para superarse y alcanzar el éxito.
Stephen Hawking vivió los últimos 30 años de su vida paralizado de pies a cabeza, y sin voz, debido a la enfermedad degenerativa que sufría. Pero esto no le impidió escribir varios libros, doctorarse y convertirse en uno de los científicos más importantes de la historia.
Viktor Frankl inventó la logoterapia, un método terapéutico para aliviar el sufrimiento, mientras estaba prisionero en un campo de concentración nazi, durante la Segunda Guerra Mundial, y después de perder a su familia y a muchos amigos.
Nelson Mandela fue capaz de soportar 27 años de prisión, injusticia y vejaciones para consolidar la igualdad y frenar la discriminación que la raza negra sufría en Sudáfrica.
Albert Einstein no comenzó a hablar hasta los 4 años, y algunos profesores llegaron a pensar que podría tener algún tipo de retraso. Marconi decidió a los doce años que sería inventor de la telegrafía sin hilos, y fijó su meta a pesar del hecho de que afamados científicos de su época habían sido incapaces de lograrlo. Henry Ford nació en una granja, en el seno de una familia muy pobre, pero no paró hasta inventar un coche que no fuera tirado por caballos. Los hermanos Wright se fijaron la meta de volar. Y la lista es interminable…
Son solamente algunos ejemplos famosos y conocidos de personas con autoconfianza y con seguridad en si mismos que, a pesar de las posibles dificultades, lograron alcanzar sus objetivos.
La autoconfianza es uno de los pilares de la personalidad resiliente. Una de las variables de la inteligencia emocional intrapersonal, por la cual la persona se percibe a sí misma con capacidad para enfrentar sus retos, alcanzar sus objetivos, y encontrar soluciones incluso ante situaciones potencialmente traumáticas como la que hemos vivido.
¿Y tú? ¿Eliges enfrentarte a los retos de la actual crisis con autoconfianza? ¿O prefieres emitir juicios que disminuyan tu capacidad de afrontamiento, y te resten?