Autoconsciencia emocional

Piensa por un momento en cómo te sientes ahora mismo…

Es muy probable que, si no estás atravesando una situación vital muy intensa, la información que te llega sobre tus emociones sea bastante justa. Es muy común, por ejemplo, cuando le preguntamos a alguien cómo se siente, que nos diga que está bien, o regular, o mal. Pero apenas nos detenemos a analizar cómo nos estamos sintiendo realmente, cuál es la naturaleza exacta de las emociones que tenemos, en qué situaciones se desencadenan, o cómo las vivimos.

Y, sin embargo, se trata de información muy útil para mejorar nuestro ajuste y nuestra capacidad de adaptación. Dice Daniel Goleman que los seres humanos mejor adaptados son aquellos que tienen un conocimiento muy amplio de sus propias emociones, y que son conscientes de porqué aparecen, de cuáles son los estímulos que las provocan, y de cómo se vivencian a nivel cognitivo, físico o conductual.

El segundo gran pilar de la resiliencia y del afrontamiento de situaciones potencialmente traumáticas es la autogestión emocional. Pero el paso previo para potenciar esta capacidad es que primero seamos conscientes de ellas, y las conozcamos.

Sin embargo, desde que nos levantamos por la mañana, hasta que nos acostamos, estamos constantemente pensando cosas. ¿Qué voy a desayunar? ¿Cómo se presentará el trabajo hoy? ¿Qué tengo que hacer en la oficina, o en casa? ¿Qué le tengo que decir a mi compañero sobre el proyecto X? ¿Qué me apetece comer? ¿Qué me dirá el cliente cuando le llame? ¿Cómo estarán las cosas hoy en la desescalada?, etc. Pero muy rara vez nos detenemos a pensar en lo que estamos sintiendo.

Según las últimas investigaciones, tenemos alrededor de 60.000 pensamientos al día, y aproximadamente el 80% de ellos son negativos. Teniendo en cuenta que nuestro cerebro está programado para la supervivencia, es más “sencillo” percibir  situaciones de peligro, detectar amenazas o identificar aspectos negativos o peligrosos para nuestro ajuste al entorno. Además del trabajo que podemos llevar a cabo sobre nuestros pensamientos, identificándolos y tratando de equilibrar los pensamientos negativos con otros más positivos (y en muchas ocasiones más realistas), resulta muy útil analizar también nuestras propias emociones con el fin de mejorar la gestión que hacemos de ellas. Al fin y al cabo, los pensamientos despiertan emociones, y las emociones generan pensamientos. Y todo ello influye de manera decisiva en cómo nos comportamos.

Para profundizar en nuestro mundo emocional, se puede partir del modelo de las emociones básicas. Aunque hay diferencias de criterio entre los diferentes autores, existe cierto consenso en considerar que los seres humanos tenemos 5 emociones primarias, que son el miedo, la alegría, la rabia, la tristeza y el asco. Todas estas emociones cumplen un propósito adaptativo, y las tenemos porque nos ayudan y facilitan nuestro ajuste al entorno, al día a día (siempre y cuando no sean excesivas o aparezcan ante estímulos inocuos).

Podemos partir de estas 5 emociones para hacer un análisis de nosotros mismos, vinculando situaciones que vivimos con alguna o algunas de las emociones antes mencionadas, e identificando además la respuesta cognitiva (pensamiento), fisiológica (cuerpo) y conductual que se deriva de cada una de esas situaciones. Esta herramienta de autoanálisis es lo que se conoce con el nombre de autorregistro emocional.

Gracias a este tipo de ejercicios, la persona puede conectar cada vez mejor con su mundo emocional, lo que le permitiría ser cada vez más consciente de sus emociones, y de las situaciones, pensamientos, conductas y respuestas físicas asociadas a cada una de ellas. Este hecho desarrolla la autoconsciencia emocional, lo que es un paso previo casi necesario para mejorar la gestión de las propias emociones, aspecto esencial para el afrontamiento de situaciones difíciles como la actual.